POEMA DE AMOR
El poeta es la viuda del hombre. La viuda de todos los días llora frente al rostro pálido de su marido muerto. El muerto está desnudo. El desnudo muerto mira desde dentro. Desde dentro, sin que una sola palabra se le escape, habla al Universo que es donde se encuentran las palabras de la viuda. La viuda se acaricia los pechos. De los pechos de la viuda sale una leche caliente. La leche se derrama sobre la carne fría del cadáver. El cadáver está vivo por dentro. Por dentro circulan los planetas y los huevos fritos del desayuno de la viuda. Ha cocinado su propia vida, ha puesto en el frigorífico la comida del día siguiente. El día siguiente no llega nunca. Nunca tiene veinticuatro dientes. Cuando suenan las doce, se derrama de nuevo la leche del marido muerto. La viuda la recoge con una bandeja de plata. Entonces, cuando la leche que dio vida a tantos hijos de puta se convierte en espuma, la viuda sale de la casa. De la casa salen también todas las lagartijas. Las lagartijas toman el sol en el jardín que hizo el muerto. El muerto plantó palabras en forma de corazón. El corazón contenía la verdad de la vida. La verdad de la vida eran la viuda y el muerto haciendo el amor para que nacieran los insectos del jardín. El jardín se hizo rosa contra la voluntad de la viuda. La viuda, celosa de las estrellas, se pinchó los ojos con los clavos de Cristo. Cristo amó a la viuda y la hizo su esclava. La esclava fue crucificada en la autopista de la Historia. La Historia siempre fue la putilla que se llevó una vez el muerto sin que Cristo se lo hubiera permitido. Sin ser historia de nadie, yo fui la putilla del cadáver. Lo amé tanto que todo los días le lavaba los huevos y le acariciaba el pene para que se pusiera contenta la viuda, la esclava del Señor. Así convivimos dos mil años. Alguien me ha dicho que todos juntos hicimos un poema, un poema interminable, un poema de amor. El amor fue el único tema de todos los poetas. La viuda leyó todos los poetas y descubrió que todos hablaban de su amor… Estoy sola. El mundo es hermoso como la espalda de mi marido muerto…
CORAZÓN DE PERRO
Corazón de perro has de tener,
pasas por la puerta del bar
y no entras a beber.
Con los ojos de un perro he mirado el mundo,
tenebroso y hermoso en un atardecer
nublado, en la Alameda,
cuando un arco iris podaba los viñedos.
He visto
el mundo en los ojos de un perro,
sus bondades, sus cienos, su hoz, su locura,
el ruido del dinero,
mientras el río Záncara se seca sin canción.
Con los ojos de un perro he mirado el mundo,
he visto los tractores verdes y rojos
perderse entre las lluvias
como quien entra
en una discoteca de cristal
donde bailan eléctricos
los esqueletos del amanecer.
He visto
el mundo en los ojos de un perro
y he comprendido que es hermoso vivir
en este día de tormenta, en la Alameda,
cuando es ácida la luz que entra
en mis ojos de perro.
Algún día se irá
y recordará, corazón de perro,
este bar de La Mancha donde
una tarde tenebrosa y hermosa,
entre vinos y amigos,
volvió a tener la vida
el olor de las tormentas.
He visto…
LÁGRIMAS DE CRISTAL
Los que lloran cuando todo el mundo baila,
los que bailan cuando todo el mundo reza,
los que conocen el ácido de la memoria,
los que han sido parte de la peor historia,
los que han sido el peor chiste de todos,
los que se ríen de sí mismos, los pesimistas,
los optimistas, los alegres invitados de la muerte,
los poetas.
Sólo una raza de lenguas cortadas
podría ya salvarlos, porque han hecho
del amor una leyenda, del dolor un espectáculo,
de la vida una baba de palabras…
Sólo la alegría podría ya salvarlos,
y el silencio de las piedras consolarlos,
porque no han estado nunca solos,
porque no han fracasado aún lo suficiente,
porque no han amado aún lo suficiente,
porque no han sabido ver en una lágrima
la ternura del mundo, la vida, la hermosura
del universo reflejada
en un grano de sal.
ORACIÓN EN EL BAR DE LA ROSA BLANCA
Madre, hemos visto el mundo y nos ha gustado,
hemos visto el mundo y nos ha dolido,
pero ahora queremos volver a tu vientre,
ahora queremos ahogarnos en tus aguas
para vernos morir desde dentro de ti.
Madre no dejes que las ratas nos ganen la carrera,
no dejes que la vida que tanto quisimos
se deshaga como burbuja de jabón,
no dejes que la luz tropical de los deseos
se apague para siempre en mi pequeño corazón.
Madre, yo sueño con un mundo de máquinas solares,
un mundo donde desnudas se amen las edades,
un mundo donde el sabio hable con los burros,
donde la música de las gallinas sea tan hermosa
que en las salas de conciertos sólo se oiga su canción.
Madre, cuando llegue la ahora, si es que la hora llega,
preparemos una cena estupenda para esperar solitos
el fondo oscuro de no verse jamás. “Mi amo”,
ha dicho el perro, y la madre ha entendido que se aman
y juntos han bebido el vino de los domingos.
Santa Anarquía, el cielo no consuela, madre,
cuando cansados de tanto andar ya sólo queramos
ver los campos donde la luz reposa
sobre los cuerpos que nunca probaremos,
escucha mis palabras, acepta esta oración.
“Tú no puedes morir”, nos dices, y nos dejas abandonados
en los brazos del mundo, asaltados por todos los miedos,
tentados por todas las alegrías, acariciados por un camello.
Madre recíbenos en tu seno, danos refugio dentro de ti,
apiádate de nosotros, acógenos en tu vientre para siempre,
antes de que las ratas nos ganen la carrera.
UN CORAZÓN ABSTRACTO ME AMENAZA (paseando con Cioran)
Entonces,
cuando en la sangre llevaba más alcohol y más España,
me emborrachaba de oscuridad
y hacía de la noche el sol negro de todas mis mañanas.
Ahora,
el vinagre de la sangre me hace ser prudente
y los frutos de fúnebres cosechas
se venden a mi alrededor sin que yo levante un dedo.
Mejor llorar sobre las ruinas de los besos
que estar hundido en mi propio corazón.
EN OTRO LUGAR DEL TIEMPO
Un hombre se lanza al vacío.
Su pasado ha dejado de existir.
Su presente es esta larga caída,
este sereno descenso hacia la muerte.
Todo ha quedado suspendido
como el soplo de una canción sin palabras.
Su teléfono móvil cae sonando con él:
una sórdida llamada de la vida.
Él ya no puede responder,
va bajando tiernamente hacia la muerte.
Un hombre va cayendo
hacia una llanura de cemento
donde miles de seres humanos
huyen como estrellas fugaces que quisieran
abandonar un universo en llamas,
un oscuro universo en el que Dios
se ha escondido avergonzado
de su propia creación.
Él alza los ojos hacia el cielo;
no hay respuesta posible.
Todo es de una serenidad sorprendente
y él sólo oye el silbido del aire que le roza la piel
mientras va descendiendo hacia su muerte.
“¿Qué hora será? ¿Dónde estarán mis hijos?”
Él no sospecha que sus preguntas
ya las hace desde otro lugar del tiempo,
otro lugar donde abrirá los ojos y verá un vacío
como vacío está ahora su propio corazón.
De Corazón de perro, 2002